Demasiado tarde

2009 Octubre 29
Por Saúl Ramos

No, no es por el retraso. Ya sé que pensarán a santo de qué surge un blog sobre la Champions cuando la ídem lleva ya unas cuantas semanas -y jornadas- de andadura.

Puntualizaré primero que a este pequeño foro no le interesa demasiado la máxima competición de clubes del balompié europeo o, al menos,  la parte más convencional de la misma. Me explico:

A servidor de ustedes siendo como es desde pequeño un fanático de balón y apasionado, como cualquier futbolero, de resultados, estadísticas, revelaciones, decepciones y debates más o menos triviales sobre el juego y quienes lo protagonizan, siempre cultivó sin embargo un gusto, llamémoslo excéntrico, por todo lo que rodea el espectáculo, por lo que queda al margen, por el revés de la trama en definitiva, y que incluye toda suerte de personajes rocambolescos, situaciones paradójicas y azares cruzados.

No se dejará pues deslumbrar este blog por las miríadas de estrellas champioñeras ni su triunfal sintonía- himno, ni siquiera su trepidante actualidad, rutilantes figuras o sus prestigiosos equipos, sino que nos apetecerá más dirigir nuestras humildes lucecitas literarias a lo que normalmente queda fuera de foco por raro, estrambótico, inexplicado o, como suele suceder, por fracasado.

Dicen que la historia de todos los fracasos que en el mundo han sido, se podría resumir recurriendo a las dos palabaras que, por ese motivo, encabezan este artículo: Demasiado tarde.

Ésa es la delgada línea roja que separa al campeón del perdedor, que sella lo que fue de lo que pudo haber sido y que marca el tiempo de los éxitos y los fracasos.

La Liga de Campeones esta preñada de los primeros y casi huérfana de los segundos, pero apenas rasquemos un poco sobre el brillo de las estrellas actuales hallamos sin dificultad el desaliento que les supuso llegar a ser distinguidas como tales.

¿Conocen por ejemplo la historia de un camerunés menor de edad que en su lucha por llegar a ser algún día futbolista profesional en Europa vivió durante meses como un inmigrante indocumentado y escondido en Francia tras ser rechazado por el Le Havre en su primera prueba en el Viejo Continente? Se llama Samuel Etoo.

¿O por casualidad  han oído hablar de un habilidoso niño argentino al que una enfermedad le hubiese relegado social y deportivamente por su déficit de producción de la hormona del crecimiento y al que las aptitudes futbolísticas enderezaron su destino gracias a que el Barcelona se hizo cargo del costoso tratamiento con la esperanza de convertirle en todo un crack ? Se llama Leo Messi.

¿O acaso prefieran el relato más cercano de un chico de instituto mostoleño, al que cuando reconocían en el metro un grupo de extraños, era objeto de gracietas y burlas acerca de la, por entonces penosa, situación del club en el que empezaba a despuntar? Se llama Íker Casillas.

Ésas serán las historias que preferiremos, presentes o pasadas; individuales o colectivas;  reales o legendarias.

Si les apetece que compartamos unas cuantasn de ellas sean invitados al partido y si no, pues aquí les les esperaré divagando en nuestra hamletiana portada.

El éxito tiene muchos padres pero el fracaso es huérfano, dijo un tipo al que le cortaron la producción de frases ingeniosas metiéndole una bala en la cabeza en pleno desfile presidencial. Nuestra particular Liga de perdedores aspira a dar nombres y apellidos . Si desean darse de alta en la lista, pues bienvenidos, y elijamos, primeramente, nuestra   bandera.

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